FALLECE DON JUAN MIGUEL DIAZ RODELAS

Este lunes la comunidad del Seminario acudió a la misa funeral del sacerdote D. Juan Miguel Díaz Rodelas, que falleció de forma repentina el pasado sábado 12, día de la Virgen del Pilar. La celebración tuvo lugar en la Catedral de Valencia, donde centenares de personas se despidieron de este presbítero tan querido en nuestra diócesis y dieron gracias a Dios por su vida, su fe y su sacerdocio.

 

Natural de Canarias, D. Juan Miguel fue ordenado sacerdote en 1976 en Valencia y llevaba muchos años sirviendo a la Iglesia en nuestra diócesis. Entregándose por completo ella, entre sus muchas labores actualmente ejercía como canónigo celador del Culto al Santo Cáliz, pero también como profesor en la facultad de Teología, director del ISCR, colaborador en la formación del Seminario y del curso de propedéutico, Presidente del Patronato del Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer, miembro de la Pontifica Comisión Bíblica, también de la Asociación Bíblica Española y de la Real Academia de Doctores de España. 

 

Como destacó el Cardenal D. Antonio en el funeral presidido por él, D. Juan Miguel llamaba la atención por su alegría y su capacidad de transmitir esperanza, signo que refleja un corazón que ha vivido realmente el misterio pascual en su vida. Como muchas personas de las que allí se reunieron podrían dar testimonio, D. Juan Miguel era un hombre enamorado de Jesucristo y de la Iglesia. La palabra de Dios siempre estuvo en su boca y en su corazón, y la meditaba profundamente con la oración y el estudio para el bien de la Iglesia. 

Nuestro obispo nos animó en la homilía a vivir tanto el sufrimiento como la alegría sin olvidar nunca el amor de Dios: «La Fe no quita el dolor, sino que lo acompaña y lo transforma en paz y esperanza. En la vida y en la muerte somos del Señor. Nuestra muerte es una participación de la muerte de Cristo. Nosotros no morimos solos, morimos con Él. Y resucitaremos con Él»

 

Desde el seminario, donde muchos tenían una relación de fraternidad con D. Juan Miguel, rezamos por él y por su familia, y nos hacemos eco de la oración pronunciada por D. Antonio en el responso que resume perfectamente su entrega como sacerdote a la Iglesia, con incansable amor y constante alegría:

 

«Sus manos ungidas para bendecir y perdonar

Sus labios para proclamar el Evangelio

Su corazón para acoger a todos los hombres sin excepción».

 

Gracias Señor por D. Juan Miguel. Descanse en Paz

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